Cuando decidimos abrir nuestra quesería en 1996, teníamos algo muy claro: queríamos hacer quesos diferentes, quesos con alma.
Partimos de lo que mejor conocíamos: nuestras propias ovejas, nuestro entorno, nuestra forma de entender el trabajo bien hecho. Convertimos la leche que antes vendíamos en el mejor queso que fuéramos capaces de hacer, con mimo, sin prisas, como se ha hecho siempre en esta tierra.

Cañarejal es nuestro pago, nuestro paisaje y también nuestro apellido quesero.
Aquí, junto al río Duero y dentro del Parque Natural de las Riberas de Castronuño, nuestras ovejas pastan libres entre almendros, aromáticas y campos abiertos. Su bienestar es el centro de todo: las cuidamos cada día, porque sabemos que el secreto de un buen queso empieza ahí, en la hierba y en el agua que las nutren.

Hemos aprendido con los años, perfeccionando la técnica sin traicionar la tradición. Cada queso lleva nuestro sello personal, ese que nos ha permitido traspasar fronteras y estar presentes en las cocinas más exigentes. No buscamos hacer el mejor queso, sino el que más nos representa. Por eso cada uno tiene su propia personalidad, su historia, su aroma. Porque cuando amas lo que haces, se nota en cada bocado.

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