Consumismo y felicidad: por qué consumir más no nos hace vivir mejor
La evidencia en psicología, economía del bienestar y sociología sugiere que el aumento del consumo puede mejorar la vida cuando cubre necesidades básicas, pero no garantiza mayor bienestar emocional a partir de cierto punto. Y no se trata de una frase de autoayuda o del mal denominado buenismo. Es un hecho demostrado que en este artículo, que reúne datos y referencias, vamos a intentar explicar y entender el posible vínculo entre consumismo y felicidad sin caer en opiniones.
El consumo crece, pero la felicidad no es una línea ascendente
Para contextualizar: según el INE, el gasto medio por hogar en 2024 aumentó un 4,4% hasta 34.044 € (y el gasto medio por persona subió un 3,9% hasta 13.626 €). Pero si vamos más allá, en términos macro, la Contabilidad Nacional Anual del INE indica que el gasto en consumo final de los hogares aumentó un 3,1% (estimación anual), tras incorporar nueva información estadística.
Estos datos ayudan a ver la tendencia de un mayor consumo en términos generales, pero no responden a la pregunta central: ¿más consumo = más bienestar? ¿Percibimos una mayor felicidad en la actualidad que hace años?
Bienestar emocional vs evaluación de vida
Antes de continuar conviene hacer una pequeña aclaración conceptual. Según los investigadores hay dos dimensiones que debemos conocer a la hora de hablar de esta supuesta felicidad:
- Bienestar emocional: cómo nos sentimos día a día (estrés, alegría, calma, ansiedad).
- Evaluación de vida: cómo valoramos “en general” nuestra vida.
Un trabajo clásico de Kahneman y Deaton concluye, en síntesis, que mayores ingresos se asocian con mejor evaluación vital, pero el bienestar emocional deja de mejorar más allá de un umbral.
“Los ingresos altos compran satisfacción de vida, pero no felicidad.”
Materialismo y bienestar: el problema no es consumir, sino vivir para consumir
En psicología, el foco no es “comprar”, sino la prioridad que damos a objetivos extrínsecos (dinero, estatus, imagen) frente a objetivos intrínsecos (relaciones, salud, autonomía, propósito). Tim Kasser y colaboradores han encontrado asociaciones consistentes entre valores materialistas y peor bienestar. Puedes consultar:
- Kasser & Ahuvia (2002) – Materialistic values and well-being (PDF)
- Kasser (2016) – Materialistic Values and Goals (PDF, revisión)
La conclusión práctica es relevante para Clickoala: no se trata de dejar de consumir, sino de evitar que el consumo sea el eje del sentido personal, porque eso suele aumentar comparación social, ansiedad y frustración.
El enfoque español: bienestar subjetivo y condiciones de vida
En España, el CIS trabaja la relación entre condiciones de vida y bienestar subjetivo, lo que ayuda a aterrizar el debate en el contexto local de nuestro país. Y en este foco nacional, existe un punto importante a tener en cuenta: la felicidad no depende solo de decisiones individuales, sino de factores sociales (renta, estabilidad, vivienda, redes de apoyo). Podéis investigar más sobre esta cuestión en estas referencias:
- CIS – “Condiciones objetivas de vida, bienestar subjetivo y calidad de sociedad”
- CIS – “Excluidos de la felicidad…” (bienestar emocional y estratificación)
Esto refuerza un mensaje clave: si el sistema empuja al consumismo como “solución” a malestares estructurales, el resultado puede ser una espiral de compra emocional (alivio breve) y malestar posterior (culpa, deuda, comparación). Y esto está comprobado entre otras consecuencias, en el efecto Diderot
Qué hacer: 5 cambios que mejoran bienestar y reducen consumismo
¿Qué hacer ante esta dinámica que fagocita todo? ¿Tenemos los ciudadanos armas para salir de este círculo vicioso? Siempre podemos contar con una óptica diferente: el consumo consciente. Pensar de forma constructiva y previa sobre si lo que vamos a comprar, realmente lo necesitamos. De esa forma evitaríamos, además, las consecuencias del consumismo sin freno.
A modo de pequeño manual cotidiano, hay 5 acciones que nos pueden ayudar a salir de este pozo consumista:
- Retrasar la compra (24–72 horas) para romper el impulso.
- Elegir durabilidad y reparación antes que sustitución.
- Reducir la exposición a estímulos comerciales (notificaciones, “ofertas flash”).
- Invertir en vínculos (tiempo con personas, comunidad) más que en objetos.
- Planificar presupuesto y lista: menos fricción, menos compras emocionales.
En definitiva, el consumismo y la felicidad no van de la mano. Y no lo decimos nosotros, sino los diferentes estudios e informes que personas mucho más preparadas que nosotros han estado realizando en los últimos años.